“El año número catorce fue nuestro. Enero en la palabra, festival artístico literario, se realizó el 30 y 31 de enero del 2010 y contó con increíbles invitados de Arequipa, Tarapoto, Chile y Cusco. Destaca la presencia de uno de los más importantes escritores jóvenes de Chile: Héctor Hernández Montecinos, quien con su suavidad y paciencia supo enseñarnos que, pese a todo, los mejores poetas pueden ser humildes, que los mejores poetas no necesitan pisar sobre su poesía para recibir atención.
El festival tuvo tres fechas (que en un principio fueron cuatro, pero debido a la situación de emergencia de la región Cusco se tuvo que cancelar el recital en Machupicchu Pueblo). La primera fue en la valiosa casa del artista Edwin Chávez donde tuvimos la posibilidad de conocer a distintas personas que se sumaron espontáneamente, todo bajo una instalación por demás hermosa que jugaba con el concepto de “habitar”, iniciativa del organizador Jonathan Alzamora que regaló a los poetas la posibilidad de retozar sobre una cama mientras leían.
Las dos siguientes fechas se realizaron en el alejado distrito de San Jerónimo. Esta idea, que partió de Iñakapalla Chávez y de la Municipalidad de San Jerónimo, resultó maravillosa y emocionante; llevar la poesía a espacios tan especiales se ha vuelto urgente para nosotros. Fue realmente abrumador leer nuestros poemas en medio del mercado y luego poder recorrerlo apoyando en la colecta de víveres para los damnificados del mismo distrito con la ayuda de la Parroquia que, dado el momento, quiso censurar nuestro recital. Ya en la tarde pudimos utilizar el moderno y hermoso Teatro Municipal de San Jerónimo —muestra de que una eficiente labor edil puede lograr cosas así de impresionantes en lugares tan alejados del centro histórico de la ciudad del Cusco donde se concentra el grueso de las actividades culturales— allí compartimos la imaginación de nuevos y entusiastas espontáneos que nos expresaron su deseo de acompañarnos en estos senderos. El próximo Enero en la Palabra (donde se celebrarán sus 15 años) será organizado por los poetas Willni Dávalos y Raul Pacheco.”
Así podría yo resumir lo acontecido en Enero en la palabra pero, como es habitual en muchos, las palabras —justamente las palabras— se me desbordan espumosas por la boca o por los dedos que es mejor. Haber compartido un sinnúmero de cosas con poetas de tan distintas perspectivas llena el alma, pero sobre todo, es útil para reforzar y mejorar el trabajo creativo y de gestión cultural de cada uno de nosotros. Conocer a tan diversas personas me ha motivado intensamente, tengo ganas de hacerme unas alas de papel y optimizar el trabajo de Dragostea. No puedo dejar de agradecer con el pecho congestionado de colores a Iñakapalla Chávez, Luis Eduardo Calderón y, sobre todo, a Jonathan Alzamora por su amor, su decisión, su apuesta, su talento, su amabilidad, su comprensión y sus intenciones inclaudicables. A Alfredo Velarde por regalarnos su talento en los afiches. A Arthur Zeballos, por su fuerza, su cariño incondicional, su amor sin límites y el siempre dispuesto apoyo; debido a él, Héctor Hernández y Cristian Geisse (gracias fantabulosas a ellos también por venir al Cusco, aún con las alarmantes noticias de emergencia) la pasaron algo mejor aquí. A Elena de Yta por la confianza y la belleza. A Aleyda Cárdenas por el poder, el gesto amable siempre, las intenciones y tristezas compartidas, por tanto. A Julio Armando Paredes por representar, para mí, la potencia del Perú en conjunto —sin chauvinismos—, su inteligencia y su música. A David del Águila por el poder de detener las cadenas de Dios y su maravillosa cabeza. A todos los poetas del Cusco que siempre ponen el hombro, dejando de lado las diferencias personales, muchas gracias por ser tan buenos anfitriones. Agradezco, del mismo modo, a todos los invitados (y a los no-invitados que participaron también) que, habiendo asistido o no a los recitales, son parte vital de este tejido que nos abriga y nos une a todos: la literatura.
El festival tuvo tres fechas (que en un principio fueron cuatro, pero debido a la situación de emergencia de la región Cusco se tuvo que cancelar el recital en Machupicchu Pueblo). La primera fue en la valiosa casa del artista Edwin Chávez donde tuvimos la posibilidad de conocer a distintas personas que se sumaron espontáneamente, todo bajo una instalación por demás hermosa que jugaba con el concepto de “habitar”, iniciativa del organizador Jonathan Alzamora que regaló a los poetas la posibilidad de retozar sobre una cama mientras leían.
Las dos siguientes fechas se realizaron en el alejado distrito de San Jerónimo. Esta idea, que partió de Iñakapalla Chávez y de la Municipalidad de San Jerónimo, resultó maravillosa y emocionante; llevar la poesía a espacios tan especiales se ha vuelto urgente para nosotros. Fue realmente abrumador leer nuestros poemas en medio del mercado y luego poder recorrerlo apoyando en la colecta de víveres para los damnificados del mismo distrito con la ayuda de la Parroquia que, dado el momento, quiso censurar nuestro recital. Ya en la tarde pudimos utilizar el moderno y hermoso Teatro Municipal de San Jerónimo —muestra de que una eficiente labor edil puede lograr cosas así de impresionantes en lugares tan alejados del centro histórico de la ciudad del Cusco donde se concentra el grueso de las actividades culturales— allí compartimos la imaginación de nuevos y entusiastas espontáneos que nos expresaron su deseo de acompañarnos en estos senderos. El próximo Enero en la Palabra (donde se celebrarán sus 15 años) será organizado por los poetas Willni Dávalos y Raul Pacheco.”
Así podría yo resumir lo acontecido en Enero en la palabra pero, como es habitual en muchos, las palabras —justamente las palabras— se me desbordan espumosas por la boca o por los dedos que es mejor. Haber compartido un sinnúmero de cosas con poetas de tan distintas perspectivas llena el alma, pero sobre todo, es útil para reforzar y mejorar el trabajo creativo y de gestión cultural de cada uno de nosotros. Conocer a tan diversas personas me ha motivado intensamente, tengo ganas de hacerme unas alas de papel y optimizar el trabajo de Dragostea. No puedo dejar de agradecer con el pecho congestionado de colores a Iñakapalla Chávez, Luis Eduardo Calderón y, sobre todo, a Jonathan Alzamora por su amor, su decisión, su apuesta, su talento, su amabilidad, su comprensión y sus intenciones inclaudicables. A Alfredo Velarde por regalarnos su talento en los afiches. A Arthur Zeballos, por su fuerza, su cariño incondicional, su amor sin límites y el siempre dispuesto apoyo; debido a él, Héctor Hernández y Cristian Geisse (gracias fantabulosas a ellos también por venir al Cusco, aún con las alarmantes noticias de emergencia) la pasaron algo mejor aquí. A Elena de Yta por la confianza y la belleza. A Aleyda Cárdenas por el poder, el gesto amable siempre, las intenciones y tristezas compartidas, por tanto. A Julio Armando Paredes por representar, para mí, la potencia del Perú en conjunto —sin chauvinismos—, su inteligencia y su música. A David del Águila por el poder de detener las cadenas de Dios y su maravillosa cabeza. A todos los poetas del Cusco que siempre ponen el hombro, dejando de lado las diferencias personales, muchas gracias por ser tan buenos anfitriones. Agradezco, del mismo modo, a todos los invitados (y a los no-invitados que participaron también) que, habiendo asistido o no a los recitales, son parte vital de este tejido que nos abriga y nos une a todos: la literatura.
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