miércoles, 2 de febrero de 2011

----POEMAS DE ARGUEDAS! GRACIAS A ANDRÉ RAMOS CHACÓN!!!





Poesía de Arguedas (Obra: Katatay)

Transcripción: André Ramos Chacón

Tupac Amaru kamaq taytanchisman (haylli - taki)

A nuestro padre creador Tupac Amaru (himno - canción)

A Doña Cayetana, mi madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura, cuando yo era un niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena. A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio en quienes sentí por vez primera, la fuerza y la esperanza.

Tupac Amaru, hijo del Dios Serpiente; hecho con la nieve del Salqantay; tu sombra llega al profundo corazón como la sombra del dios montaña, sin cesar y sin límites.

Tus ojos de serpiente dios que brillaban como el cristalino de todas las águilas, pudieron ver el porvenir, pudieron ver lejos. Aquí estoy, fortalecido por tu sangre, no muerto, gritando todavía.

Estoy gritando, soy tu pueblo; tú hiciste de nuevo mi alma; mis lágrimas las hiciste de nuevo; mi herida ordenaste que no cerrara, que doliera cada vez más. Desde el día en que tú hablaste, desde el tiempo en que luchaste con el acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste a la cara; desde cuando tu hirviente sangre se derramó sobre la tierra hirviente, en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos.

Está cantando el río,

está llorando la calandria,

está dando vueltas el viento;

día y noche la paja de la estepa vibra;

nuestro río sagrado está bramando;

en las crestas de nuestros Wamanis montañas, en sus dientes, la nieve gotea y brilla.

¿Dónde estás desde que te mataron por nosotros!

Padre nuestro, escucha atentamente la voz de nuestros ríos; escucha a los temibles árboles de la gran selva; el canto endemoniado, blanquísimo del mar; escúchalos, padre mío, Serpiente Dios. ¡Estamos vivos; todavía somos! Del movimiento de los ríos y las piedras, de la danza de árboles y montañas, de su movimiento, bebemos sangre poderosa, cada vez más fuerte ¡Nos estamos levantando, por tu causa, recordando tu hombre y tu muerte!

En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando los niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos,
que los hombres están llorando, más triste, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre, Serpiente Dios,
más herido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escucha la vibración de mi cuerpo!
Escucha el frío de mi sangre, su temblor helado.
Escucha sobre el árbol de lambras el canto de la paloma abandonada,
nunca amada;
el llanto dulce de los no caudalosos ríos, de los manantiales que suavemente brotan al mundo.
¡Somos aún, vivimos!

De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre, hermano nuestro, mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores, a las balas y a la metralla, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu hombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.

Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:
las balas están matando,
las ametralladoras están reventando venas,
los sables de hierro están cortando carne humana;
los caballos, con sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza,
mi estómago están reventando,
aquí y en todas partes;
sobre el lomo helado de las colinas de Cerro de Pasco,
en las llanuras frías, en los caldeados valles de la costa,
sobre la gran yerba viva, entre los desiertos.

Padrecito mío, Dios Serpiente, tu rostro era como el gran cielo, óyeme; ahora el corazón de los señores es más espantoso, más sucio, inspira más odio. Han corrompido a nuestros propios hermanos, les han volteado el corazón y, con ellos, armados de armas que el propio demonio de los demonios no podría inventar y fabricar, nos matan. ¡Y sin embargo, hay una gran luz en nuestras vidas! ¡Estamos brillando! Hemos bajado a las ciudades de los señores. Desde allí te hablo. Hemos bajado como las interminables filas de hormigas de la gran selva. Aquí estamos, contigo, jefe amado, inolvidable, eterno Amaru.

Nos arrebataron nuestras tierras. Nuestras ovejitas se alimentan con las hojas secas que el viento arrastra, que ni el viento quiere; nuestra única vaca lame agonizando la poca sal de la tierra. Serpiente Dios, padre nuestro: en tu tiempo éramos aún dueños, comuneros. Ahora, como perro que huye de la muerte, corremos hacia los valles calientes. Nos hemos extendido en miles de pueblos ajenos, aves despavoridas.

Escuah, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o quemantes que los falsos wiraqochas nos quitaron, hemos huido y nos hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Haqy quienes se aferran a sus tierras amenazadas y pequeñas. Ellos se han quedado arriba, en sus querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no tememos a la muerte. Nuestras vidas son más frías, duelen más que la muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la cárcel, el sufrimiento inacabable, la muerte, nos han fortalecido, como a ti, hermano mayor, como a tu cuerpo y tu espíritu. ¿Hasta dónde nos ha de empujar esa nueva vida! La fuerza que la muerte fermenta y cría en el hombre ¿no puede hacer que el hombre revuelva el mundo, que lo sacuda?

Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wiraqochas. En la Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi fuerza, con mi sangre, cantando, edifiqué una casa. El río de mi pueblo, su sombra, su gran cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodeándolo, están, están palpitando dentro de esa casa; un picaflor dorado juega en el aire, sobre el techo.

Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraqochas, con lágrimas, amor o fuego ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que entonten los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino.

Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien ¡alzándome!
Canto;
bailo la misma danza que danzabas
el mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la máquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de wiraqochas te hablan y escuchan
como al guerrero maestro, fuego puro que enardece, iluminando.
Viene la aurora.
Me cuentan que en otros pueblos
los hombres azotados, los que sufrían, son ahora águilas, cóndores de inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.
Llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y soñaste.
Odiaremos más que cuanto tu odiaste;
amaremos más de lo que tú amaste, con amor de paloma encantada, de calandria.
Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo que tú no pudiste lo haremos nosotros.
Al helado lago que duerme, al negro precipicio,
a la mosca azul que ve y anuncia la muerte
a la luna, las estrellas y la tierra,
el suave y poderoso corazón del hombre;
a todo ser viviente,
que está en el mundo,
en el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena,
haremos que se regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre mío.
La santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada por el rayo de pólvora.

El mundo será el hombre, el hombre, el mundo, todo a tu medida.

Baja a la tierra, Serpiente Dios, infúndeme tu aliento; pon tus manos sobre la tela imperceptible que cubre el corazón. Dame tu fuerza, padre amado.

Iman Guayasamin
Qué Guayasamín

¿Desde qué mundo, Guayasamín, tu fuerza se levanta?
Paloma que castiga
sangre que grita.
¿Desde qué tiempos se hicieron tus ojos que descubren los mundos que no se ven,
tus manos que el cielo incendian?
Escucha, ardiente hermano,
el tiempo del dolor,
de los días que hieren,
de la noche que hacer llorar,
del hombre que come hombres,
para la eternidad lo fijaste
De modo que nadie será capaz de removerlo,
lo lanzaste no sabemos hasta qué limites.

Que llore el hombre
que beba el suavísimo aliento de la paloma
que coma el poder de los vientos,
en tu nombre.
Wayasamín es tu nombre;
el clamor de los últimos hijos del sol,
el tiritar de las sagradas águilas que revolotean Quito,
sus llantos, que acrecentaron las nieves eternas,
y ensombrecieron aún más el cielo.
No es solo eso:
el sufrimiento de los hombres en todos los pueblos;
Estados Unidos, China, el Tawantinsuyo
todo lo que ellos reclaman y procuran.
Tú ardiente hermano
gritarás todo esto
con voz aún más poderosa
e incontenible que el Apurímac.
Está bien hermano,
está bien, Oswaldo.

¿Maypachamantan Guayasamin kallpayki oqarikun?
Qaqchaq urpi, yawar qapariq
¿maypachamantapunin ukupacha kanchariq ñawiki cielo kañaq makiyki?
Uyuriway, rauraq wayqy.
Ñakay pacha mitata
runa kiriq punchauta,
waqachiq tuta
runa, runa mikuq uyanta,
wiña wiñaypaq churanki
mana pipa kuyuchiy atinanta
¡maykamaraq chanqanki!

Runa waqachun
wayrapa kallpanta mikuchun,
qan rayku.
Wayasamin sitiyki
intipa qepa ñeqen churinkunapa qaparisqanmi
Quito muyuq apu wamanikunapa katatatasqan
waqasqan, riti mirasqan, cielomantapas astawan sinchi sombran.
Manan chayllachu:
Estados Unidos, China, Tawantinsuyu
tukuy llaqtapi runakuna ñakasqanta,
imaymana mañakusqanmanta
qan, rauraq wayqey, qaparinki,
Apurimaq mayu astawan hatun
astawan mana tanichiq simiwan.
¡Allinmi, wayqey! ¡Estabín, Oswaldo!

Katatay

Temblar

Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;
está temblando porque ha tocado la triste sombra del corazón
de las mujeres.
¡No tiembles, dolor, dolor!
¡La sombra de los cóndores se acerca!
— ¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a nombre de la sangre de Jesús?
— No tiembles; no estés temblando;
no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega en las plumas de los Cóndores.
— Tengo miedo, padre mío.
El sol quema; quema al ganado, quema las sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.
— No es el Sol, es el corazón del Sol,
su resplandor,
su poderoso, su alegre resplandor;
que viene en la sombra de los ojos de los cóndores.
No es el Sol, es una luz;
¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin límites!
Tiembla con su luz;
sacúdete con los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi pueblo;
todos juntos
tiemblen con la luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente de dios.
La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores,
carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante, mío, querido.

NOTA:

Escribí este himno luego de haber visto bailar a mis hermanos, hijos del pueblo de Ishua residentes en Lima. Bailaron en una pequeña habitación de adobes y techo de totora, en el canchón de la Av. Sucre 1188, Pueblo Libre, el 3 de Setiembre de 1965.

Llaqtay puyus katatachkan
warmikunapa llaki sonqonwan tupaykuspa.
¡Ama katataychu, llaki,
kunturpa sombranmi hamuykuchkan!
— Imapaqmi hamun chay sombra
aukikunapa sutinpichu
icha Jesus yawarninpa kamachisqanchu.
Manchakunim, taytallay.
— Ama katataychu;
manan yawarchu
manan auki wamanichu;
Intipa kanchariyninmi kuntur rapranpi hamuchkan.
— Manchakunin, taytay.
Intiqa kañanmi, uywakunata, kausayta.
Orqokunapis, may sacha sachakunapis,
yarqasqa machaqway, Intip chruin.
— Manam Intichu; sonqonpa kusiy, qapqa kanchariynillanmi
kunturpa sombra ñawinpi hamuchkan.
Manan Intichu; kanchariyllanmi
¡Sayay, sayariy! Chay mana chanin kunturpa ñawinta
chaskiy; kataty paywan.
Hatun yunka sachakuna hina, kuyuy,
qapariyta kachaykuy.
¡Huñunakuychik, llaqtay runa,
kanchiriywan katataychik!
Amaru yawarta upyaychik;
rauraq yawarqa kunturpa ñawinman chayanmi,
cieluta huntanmi, tusuchinmi,
qaparichinmi, chay qori yawar.
Paqariy, taytay, vida, runachallay runa,
ancha kuyana.

Cubapaq
A Cuba

Casi habia que dar la vuelta al mundo
para llegar al luminoso pueblo de Cuba
pues los malditos corazón de dinero,
los endemoniados odiadores del hombre
así lo ordenan.
¡Aún pueden disponer esas cositas!
Pro el propio camino, la senda por donde el hombre va, no podrán obstruirlo.
Aquí estás, oh, resplandeciente pueblo, que amas al hombre,
ya estoy llegando a ti,
volando por el aire en el interior del incansable avión-águila.
He pasado por todos los nevados,
y en el destello de esas nieves reverberantes
he reconocido a todos los pueblos hermosos
alimentándome con el esfuerzo mancomunado de sus verdaderos hombres.
Pasando por medio de desolados mares sin fin,
remontándome por encima de temibles árboles, flores de la nieve,
atravesando las frondas sombrías de los árboles de la vida y de la muerte,
estoy llegando a ti,
pueblo que ama al hombre,
pueblo que ilumina al hombre,
pueblo que libera al hombre,
amado pueblo mío.
Dentro del avión-águila escucho ya tu palabra,
la voz, el grito de setecientos maestros y poetas,
palabras inspiradas en ti,
tan altas como el Sol.
Eres tú, ahora, pueblo de Cuba, simiente del mundo,
del cielo y de la tierra,
simiente inmortal,
fruto del hombre eterno.
Eres pequeña,
pero no existe quien te pueda doblegar.
La semilla es pequeña
pero rompe cualquier piedra, cualquier roca
y la hace florecer.
¡Amado pueblo mío,
centro vital del mundo nuevo!
Aniquilando a nuestros asesinos con tu implacable fuego como el sol
levantas al Hombre
para conquistar el Universo y poseerlo
con su corazón resplandeciente.

A bordo del avión de la Cubana, en el 16 de Enero, 1968.
(Traducción de Leo Casas)

Yaqallam pachata muyuna kasqa
kanchariq llaqta cubaman chayanapaq
supay qollqe sunquyuq, runa cheqniq
supay runakunas chayta kamachinku
¡Kamachiyta atinkuraqsi chaychakunata!
Kikin ñantaqa, runa rinan ñantaqa manam harkayta atinkuchu.
Kayqaya, kanchariq, runa kuyaq
llaqta chayaykamuchkaykiña,
wayranta pawaspay, mana saykuq waman avionpa qasqonukupi
Imaymana ritipa chaupintapas pasamuni,
chay surunpiq ritipi sumaq,
imaymana llaqtaqa reqsimuni
cheqaq runapa kallpanwan kallpachakuspa
ancha qapqa llaqtakunapa chaupintan,
chunniq, mana patayoq
qochakunapa chaupinta,
ritipa sisan manchay sachakuna,
wañuy kausay sachakunapa chaupinta pasaspa,
chayamuchkayki runa kuyaq, runa kanchariq,
runa qespichiq
llaqtallay llaqta.
Kay wamani avionpa qasqon ukupi uyarini rimaynikita
qanchis pachak amautakunapa, harawiqkunapa
rimasqanta qaparinqanta.
Inti sasyayta rimaykamusqanku
qam rayku.
Qanmi kanki, kunan, cuballaqta mundupa rurun
hananpachapa, kaypachapa.
Mana wañuq rurun,
wiñay kausaq runaq rurun.
Taksallam kanki
manataq kanchu maypipas atiqniki,
Taksallam ruru
may rumitapas qaqatapas
pakinmi pauchirichinmi.
¡Llaqtallay llaqta
mosoq mundupa Qosqon!
Wañuykunikunata intiq rauraynikiwan sipispa
Runata aqarinki
Tukuy pachakunata aypanapaq, anisachinanpaq
kanchariq, kuyaq sonqonwan.


Cuba avionpi, 16 Eneropi, 1968

Qollana Vietnam Llaqtaman

Ofrenda al pueblo de Vietnam

Al pueblo hermano de Vietnam, llameante.

A este pueblo que, en el medio mismo del mundo, en la edad del espanto, nos hace conocer que el fuego que hizo el hombre con su mano sigue ardiendo en el fuego de sus manos.

Cuando unas gentes, los yankis, pretendieron inmolar en Vietnam al pueblo entero con máquinas de fuego a fuego construidas, cuando creyeron que así podrían dominar al mundo, el pueblo de Vietnam, con el sólo vigor de sus manos eternas, los ha hecho correr hasta la luna.

¡Sí, hermano vietnamita! Ahora eres tú el pueblo excelso entre los pueblos del mundo.

Vietnamita, semejante mío. Recibe este pequeño polvo esencia de mi pueblo, como ofrenda. Te lo entrego, con un poco de rubor pero de pie, firme, no de rodillas.

Para siempre firme y de pie, por ti, en tu nombre.

Agosto de 1969

(Versión castellana de Alfredo Torero y José María Arguedas)

Rauraq Vietnamita wawqellaqtaman. Paymi, kikin chawpi pacha manchay tiempupi, mundi runata yachachirqan makinwan nina ruqasqan makinpiraq kasqanta. Huk gringo yanki runakunam, ninawan makina ruwasqn chay vietnamita laqtata lliw nakaruyta munarqaku, unanchasqa lliw munduta saruyta munaspa. Killakamaraqmi ayqerachinku chay gringo runakunata, wiñay wiñay makinwan iyaw ¡hermano!

Runa runa, llaqtakunapa qollanan llaqta, vietnamita, runamasiy. Kay llaqtaypa, aschalla, chaninsapa allpachayta chaskiykuway. Mana qonqorispa, as pisi sonqonwan, qam rayku allin runasu hina, sayarispam, aypaykuyki.

Agostokilla, 1969

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