Vidrio en las alturas. Nieve. Camino brillante y pulmones galopando. La Paz se nos abre tibia como la propia sangre. He partido solo, recordando con emoción mi calidad de extranjero, he querido ser extranjero. Hay agua profunda, hay botes fuertes y militares que le alegran a cualquiera el día con su juventud y su belleza. He reencontrado, he reaprendido, he re-conocido. Otra vez la calle Murillo (sí, fue el destino), otra vez el Kurmi, otra vez el Sleep (declarado ya, por honoris causa, el hotel de los poetas peruanos!!!), pero ahora más bien, fuerte en la ceja, en la ceja de un ojo que se despierta valiente ante un sol que no siempre le es propicio. Oscar, amable, amable, amable, precioso, suave. La Paz. La Paz. Recital en La Paz. Cerveza con rockola, señoras de Potosí que a uno le dejan el corazón triste, Max (unde esti acum, Max???? Unde esti?????) Max!. Priscila y su gripe gatuna. Suave, Lena. Diego. Oscar parte borracho. Diego y Majo (¿estás bien?) tibio, tibio, el universo entero, la semilla universal en tres países al mismo tiempo. Oscar tranquilo, dormido; sin cel. Comida deliciosa, deliciosísima en el Alto, un panorama familiar, pero completamente nuevo. Tan distinto, tan agradable. Llamada amenazante (devolvéme mi celular, che!!) alcohol para las manos, gaseosa de durazno!!!! Panza llena, corazón contento. Desespero terrible por la no-llegada de Lazarte y Huapaya. El Alto tan escondido, tan grande, tan libre. Llegan. Recital en el Alto. Aplausos. Silpancho. (Y aquí se pone triste o pensativo el asunto, se me acusa, se me quiere eliminar). Después: Wiphala, bar cultural lleno de wiphalas del Collasuyo, baile boliviano, canciones peruanas. Emoción extranjera. Edgar!!!! Jhonela!!!! Ahora, discoteca recontra pero recontra maleada aún en el Alto, luces lilas, piso húmedo. Peruanos y bolivianos que te reciben a trancos de cariño, brindis de cariño. Singani que sabe a caramelo de limón. Noche que se divide sin cansancio en dos mitades iguales: cumbia villera argentina y música tradicional boliviana. Minibús (combi) 24 horas. Un nudo se amarra, otro se suelta. Paja sola y de ventana abierta. Saludo marinero a los borrachos del Kurmi. Despertar y descubrir la Paz desde las antenas. Mauro, vigilante incansable, amabilísimo, héroe boliviano en aymara y en el idioma universal. La Paz bonita, real, puente gigantesco (gigantesco) partido en tres. Dieciocho salas de cine, casi Miraflores de Lima. Sánguches de cholita y autos que abren sus alas hacia el cielo (puertas levadizas). Historia y banderas gigantes del color de la sangre que a todos nos corre por igual, del oro y de la selva. Niña que mira atenta las caras. Precos, precos, precos! (¡Preco! —grita Oscar. ¡Sarna! —grita el preco). Luego, Oscar oye a Perú desde un caracol. Rosita de Espinar baila junto a Sonoradio o Space Bee. Yo pogueo con Play Attenchon y soy feliz lanzando pedazos de papel higiénico mascado —bolos— desde el quinto piso. La gente se asusta y digo: “mi nombre es peligro”. Lazarte, Huapaya. Chip de celular que cuesta, a las finales, S/. 2.50, la banda es rara. Solo, solo ahora. Deteniendo el tiempo en un bar de extranjeros, siendo más extranjero que nunca, pensándome en la Paz. Escribo a mi Suiri, escribo a mi Tano y pienso de más en Arequipa. Quiero llorar. Maru. Kurmi. Evelyn. Arthur. Soy feliz profundo y solo. Coldplay, Keane y en mi cabeza MGMT. Gasto caro en poca cerveza. Regreso ligero, tranquilo y temprano al hotel. Bailo con Lady Gaga.
Despierto con el cerrar de mi puerta. Alguien quiere entrar. Me asusto, la cierro. Vuelven a intentar. “¿Y si es sexy?” me digo. Me pongo mis lentes, 6: 45 a.m., abro la puerta, me hago el dormido y lo veo: un guapo boliviano que se ríe y escapa. Me asusto, salgo, encuentro al sobrino del dueño del hotel borracho afuera, me pregunta la hora. Cierro mi puerta y duermo escuchando estallidos de calamina. Dos horas más tarde despierto con llanto en el piso inferior. Tocan mi puerta, le han robado casi todo a una pareja española-boliviana. Yo cuento lo que he visto, intento ayudar y poner el hombro a alguien de un país extraño que lo pierde todo. No me dejan salir del hotel, llaman a la policía, declaro dos veces lo que vi, me llevan a reconocer a todas las habitaciones. Sólo reconozco al sobrino del dueño que nos acompaña, está borracho aún pero él no es quien abrió mi puerta. Por fin puedo salir. Aún estando misio le doy 20 bolivianos a la española para que coma algo. Me voy al Alto, todos me esperan. Han comido el escabeche que Lazarte ha cocinado. Mauro, nuestro héroe, nos lleva en el sapito espacial hasta el Huayna Potosí, el Apu del Alto. Nieve, laguna inacabable, cementerio, verdes-rojos, visión de cerebro abierto. Camino de un pie y precipicio. Qhaway! Le digo al viento y soplo. El Apu me habla. Yo me recuesto y lo amo. Mauro. Oscar, Lazarte y Huapaya. El frío del nevado. Emoción. Luego, comparsas bolivianas que hacen rebalsar el Alto de colores. Preste con “Los mismos” (pensar en concepto). Joyas hindúes, joyas en los sombreros. Seguridad para mear. Mazamorra morada y arroz con leche. Estofado y caldito a 6 bolivianos. Las señoritas bolivianas que atienden no entienden por qué las llamo señoritas. Caminata. Puterío boliviano. La Ceja-el minibús-La Paz. Llegó en silencio y, desde el piso de abajo le oigo decir al joven boliviano que acompaña a la española: “para mí que han sido los peruanos, el peruano de arriba y el de abajo”. Siento tristeza. Quiero reclamar, pero me quedo quieto. Al día siguiente ni me hablan. No me importa. La UMSA con un Lazarte de corazón abierto, gentil, humano. Pablo!!!!! Rocío!!!! Y Arequipa nuevamente se rebalsa con aquella lágrima del Jalla-e. Hablamos en las clases, gente que quiero volver a ver. Voley en la Escuela de Bellas Artes, niñas que nos miran coquetas. La embajada de Perú!. Plaza Avaroa. Vidrio hermoso en el cielo. Televisión boliviana para niños. Popcorn y Huapaya congestionado por haber dormido de tarde. Dormirse de tarde en la Paz ahoga, de eso puedo dar fe. Lectura en el Etno. En el Etno de nuevo!!!! Ajenjo! Ajenjo! Priscila –detalles que a uno lo clavan a Bolivia-, Osquitar, Pablo! Rocío! Y conocemos a Jessica Freudenthal, “tan lejana” nos han dicho. Yo la odio por todo lo que me han contado de ella. El recital es hermoso, rápido, ligero, cómodo, guapo. Antes de irnos, bebo mi último ajenjo y veo que Rimbaud se esconde como araña en un altillo. Y luego se esconde en la mujer de la foto que también tiene energía de araña, brindo con él y me despido calurosamente del Etno. Rimbaud me sonríe. Me ha sonreído con dientes de araña, tal vez porque ya voy a cumplir 22 años. Casa de Jessica. Vinos de todos los colores. Le hablo a Anuar, su esposo, hombre bello como un edificio alto. Ambos son hermosos. Casi tienen alas. Me embriago de alcohol y de belleza. Mis intensiones son desinteresadas. Huapaya, de pronto, vuelve a pronunciar esa palabra-cuchillo que me ha estado rasurando la cara todo el viaje: Kitsch. Le digo que lo odio. Jessica nos regala un montón de libros maravillosos que pueden servirnos de ejemplo en muchos sentidos, además de preciosas revistas bolivianas, todo es una maravilla. Anuar nos invita Mezcal –chile seco, sal deliciosa y Mezcal- un nuevo trago! Jessica se sienta conmigo y hablamos sin piel. La comprendo, me comprende (es obvio que hace rato ya no la odio, no es nada de lo que siempre me han comentado). Antes de que nos vayamos me regala un muñeco de peluche con la promesa de estar siempre a mi lado. Ahora descansa sobre mi cabeza. Me llevo también un chupetín con relleno de chile, supongo que Anuar tiene algo que ver. Ambos me abrazan y me siento un hijo.
Dormimos poco. Priscila se despide con unas empanaditas como las salteñas con las que nos dio la bienvenida. Oscar me regala, como él dice, “un chico bonito” dibujado por él. Oscar, aparte de ser una nube de tan lindo y bueno, es talentosísimo en el dibujo, sobre la literatura ni qué decir: maestro!
Como se lo dije a Giancarlo y a Dieguito, con quienes continuamos travesía hasta Cusco, quiero darle gracias sinceras a toda la gente que aquí menciono por haber hecho de este viaje una herramienta que me ha permitido aprender, y moverme. Definitivamente han cambiado muchas cosas, adentro y afuera.
Quiero agradecer en especial a Oscar por su temible amabilidad, su extrema entrega, ha sido bellísimo regresar a Bolivia con tal apoyo. Oscar, te amo y te debo una buena y larga visita en el Cusco. También a Mauro por su disponibilidad sin condiciones, por su buenísisisisisisisisima vibra y por todo lo que nos hizo conocer, eres grande, como ya lo dije, te considero mi héroe boliviano!!!!! Diuspagara!!!! Gracias también a Giancarlo Huapaya y a Diego Lazarte por haberme compartido este recital itinerante a través de tantos y tantos kilómetros, gracias por la locura y el talento!!! Gracias por haber compartido conmigo, también, tantas primeras veces; juntos nos hemos hecho más adultos!
Hay hermandad, hay potencia, hay potencial, hay fuerza. Tengo confianza, convicción.
Gracias Bolivia por los vidrios, la altura, la belleza y el parecido.
Nunca voy a olvidar cuando volteé de pronto, vi el Illimani atardecido y se me escarapeló el cuerpo, como seguro se le hubo escarapelado a Felipe Delgado.
Aquí.
Despierto con el cerrar de mi puerta. Alguien quiere entrar. Me asusto, la cierro. Vuelven a intentar. “¿Y si es sexy?” me digo. Me pongo mis lentes, 6: 45 a.m., abro la puerta, me hago el dormido y lo veo: un guapo boliviano que se ríe y escapa. Me asusto, salgo, encuentro al sobrino del dueño del hotel borracho afuera, me pregunta la hora. Cierro mi puerta y duermo escuchando estallidos de calamina. Dos horas más tarde despierto con llanto en el piso inferior. Tocan mi puerta, le han robado casi todo a una pareja española-boliviana. Yo cuento lo que he visto, intento ayudar y poner el hombro a alguien de un país extraño que lo pierde todo. No me dejan salir del hotel, llaman a la policía, declaro dos veces lo que vi, me llevan a reconocer a todas las habitaciones. Sólo reconozco al sobrino del dueño que nos acompaña, está borracho aún pero él no es quien abrió mi puerta. Por fin puedo salir. Aún estando misio le doy 20 bolivianos a la española para que coma algo. Me voy al Alto, todos me esperan. Han comido el escabeche que Lazarte ha cocinado. Mauro, nuestro héroe, nos lleva en el sapito espacial hasta el Huayna Potosí, el Apu del Alto. Nieve, laguna inacabable, cementerio, verdes-rojos, visión de cerebro abierto. Camino de un pie y precipicio. Qhaway! Le digo al viento y soplo. El Apu me habla. Yo me recuesto y lo amo. Mauro. Oscar, Lazarte y Huapaya. El frío del nevado. Emoción. Luego, comparsas bolivianas que hacen rebalsar el Alto de colores. Preste con “Los mismos” (pensar en concepto). Joyas hindúes, joyas en los sombreros. Seguridad para mear. Mazamorra morada y arroz con leche. Estofado y caldito a 6 bolivianos. Las señoritas bolivianas que atienden no entienden por qué las llamo señoritas. Caminata. Puterío boliviano. La Ceja-el minibús-La Paz. Llegó en silencio y, desde el piso de abajo le oigo decir al joven boliviano que acompaña a la española: “para mí que han sido los peruanos, el peruano de arriba y el de abajo”. Siento tristeza. Quiero reclamar, pero me quedo quieto. Al día siguiente ni me hablan. No me importa. La UMSA con un Lazarte de corazón abierto, gentil, humano. Pablo!!!!! Rocío!!!! Y Arequipa nuevamente se rebalsa con aquella lágrima del Jalla-e. Hablamos en las clases, gente que quiero volver a ver. Voley en la Escuela de Bellas Artes, niñas que nos miran coquetas. La embajada de Perú!. Plaza Avaroa. Vidrio hermoso en el cielo. Televisión boliviana para niños. Popcorn y Huapaya congestionado por haber dormido de tarde. Dormirse de tarde en la Paz ahoga, de eso puedo dar fe. Lectura en el Etno. En el Etno de nuevo!!!! Ajenjo! Ajenjo! Priscila –detalles que a uno lo clavan a Bolivia-, Osquitar, Pablo! Rocío! Y conocemos a Jessica Freudenthal, “tan lejana” nos han dicho. Yo la odio por todo lo que me han contado de ella. El recital es hermoso, rápido, ligero, cómodo, guapo. Antes de irnos, bebo mi último ajenjo y veo que Rimbaud se esconde como araña en un altillo. Y luego se esconde en la mujer de la foto que también tiene energía de araña, brindo con él y me despido calurosamente del Etno. Rimbaud me sonríe. Me ha sonreído con dientes de araña, tal vez porque ya voy a cumplir 22 años. Casa de Jessica. Vinos de todos los colores. Le hablo a Anuar, su esposo, hombre bello como un edificio alto. Ambos son hermosos. Casi tienen alas. Me embriago de alcohol y de belleza. Mis intensiones son desinteresadas. Huapaya, de pronto, vuelve a pronunciar esa palabra-cuchillo que me ha estado rasurando la cara todo el viaje: Kitsch. Le digo que lo odio. Jessica nos regala un montón de libros maravillosos que pueden servirnos de ejemplo en muchos sentidos, además de preciosas revistas bolivianas, todo es una maravilla. Anuar nos invita Mezcal –chile seco, sal deliciosa y Mezcal- un nuevo trago! Jessica se sienta conmigo y hablamos sin piel. La comprendo, me comprende (es obvio que hace rato ya no la odio, no es nada de lo que siempre me han comentado). Antes de que nos vayamos me regala un muñeco de peluche con la promesa de estar siempre a mi lado. Ahora descansa sobre mi cabeza. Me llevo también un chupetín con relleno de chile, supongo que Anuar tiene algo que ver. Ambos me abrazan y me siento un hijo.
Dormimos poco. Priscila se despide con unas empanaditas como las salteñas con las que nos dio la bienvenida. Oscar me regala, como él dice, “un chico bonito” dibujado por él. Oscar, aparte de ser una nube de tan lindo y bueno, es talentosísimo en el dibujo, sobre la literatura ni qué decir: maestro!
Como se lo dije a Giancarlo y a Dieguito, con quienes continuamos travesía hasta Cusco, quiero darle gracias sinceras a toda la gente que aquí menciono por haber hecho de este viaje una herramienta que me ha permitido aprender, y moverme. Definitivamente han cambiado muchas cosas, adentro y afuera.
Quiero agradecer en especial a Oscar por su temible amabilidad, su extrema entrega, ha sido bellísimo regresar a Bolivia con tal apoyo. Oscar, te amo y te debo una buena y larga visita en el Cusco. También a Mauro por su disponibilidad sin condiciones, por su buenísisisisisisisisima vibra y por todo lo que nos hizo conocer, eres grande, como ya lo dije, te considero mi héroe boliviano!!!!! Diuspagara!!!! Gracias también a Giancarlo Huapaya y a Diego Lazarte por haberme compartido este recital itinerante a través de tantos y tantos kilómetros, gracias por la locura y el talento!!! Gracias por haber compartido conmigo, también, tantas primeras veces; juntos nos hemos hecho más adultos!
Hay hermandad, hay potencia, hay potencial, hay fuerza. Tengo confianza, convicción.
Gracias Bolivia por los vidrios, la altura, la belleza y el parecido.
Nunca voy a olvidar cuando volteé de pronto, vi el Illimani atardecido y se me escarapeló el cuerpo, como seguro se le hubo escarapelado a Felipe Delgado.
Aquí.
1 comentarios:
decadentes las imagenes del joven de lentes
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