viernes, 5 de junio de 2009

----LA REFLEXIÓN MÁS BACAN (HASTA AHORA) DE ONETTI ESCRITA POR Arthur Zeballos! PALMAS COMPAÑEROS

Qué emoción siento: pensar que puedes leer cosas tan tiernas de un escritor medianamente triste y alejado. Nuestro gran amigo y gran poeta Arthur Zeballos Herrera redactó para el Semanario El Búho esta genial reflexión del autor de “Juntacadáveres”. Aunque se podrían concluir más cosas de Onetti, Zeballos logra, con graaaaan maestría, sumergirnos en una enternecedora enseñanza.



A CIEN AÑOS DE ONETTI
Por: Arthur Zeballos Herrera



El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti dejó este mundo hace 15 años pero llegó a él hace un siglo. Los homenajes se han sucedido uno tras otro y hasta nuestro Mario Vargas Llosa ha extendido las ensoñaciones de la obra del uruguayo por el planeta que no lo conocía.
La ensoñación. Quién no se ha permitido escapar del mundo por pequeños y agudos momentos tras una imagen nueva, el rostro de alguien que nos mira con total ternura o el perfecto recuerdo de sucesos que nunca han sucedido. Quién no ha descendido de esta realidad en busca de un cuerpo amurallado donde construir cada una de nuestras fantasías. La realidad no es un lugar agradable y por tanto reconvertirla —para bien o para mal— se convierte en una tarea, aunque utópica, necesaria para sobrellevarla. Tenemos que ensoñarla una y otra vez y sólo así aceptar colocarse al borde de su orilla. He allí alguna de las infinitas posibilidades del arte (el arte no es inútil), cualquier tipo de arte, el callejero o el de salón, el de ahora o el de hace un siglo.
Hace un siglo que nació Juan Carlos Onetti —periodista, escritor y escapista uruguayo— para legarnos una vasta y bella colección de novelas, cuentos y artículos que no son otra cosa que pura y justa apología de la imaginación desmedida. Y aunque su apariencia de hombre pausado indicaran que se trataba más bien de un escritor replegado tras su caligrafía, su vida fue un tanto más azarosa de lo que aparentaba.
Narra Mario Vargas Llosa en el libro El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (Alfaguara, 2008) que el uruguayo tenía una fama bien ganada de "escritor maldito", que mil historias eran tejidas en torno a él, todas relacionadas con bares, cafés, prostíbulos y demás antros donde Onetti, alto y desgarbado, podía ocultar su tímida y sosegada figura. No le demandaba ningún problema mentir—la mentira es condición apreciada por escritores— y, sin duda, fue de sus cualidades, la que más resaltaba. En una de esas malísimas entrevistas que realizaba Joaquín Soler Serrano para Televisión Española, cuenta que desde chico le gustaba inventar historias, salía a la calle y regresaba con aventuras que nadie le creía. Esa es la primera de todas las actitudes que se verán reflejadas en sus novelas.
A Juan Carlos Onetti le es repulsiva la realidad y por ello inventa personajes que no se aferran a ella, mas bien la desprecian "Las gentes del patio me resultaron más repugnantes que nunca" dice Eladio Linacero, personaje de El pozo (1939), que precisamente se devanea en imágenes que no puede apresar, sino que se suceden en un devenir tácito y angustiante. Recuerda lo sucedido en la cabaña de troncos con Ana María y pronto empieza a reanimarlo todo en juegos oníricos que perpetúan la escena. De tal forma, la reminiscencia, el ensueño, la imaginación lo van alejando de todos, de Cecilia, Lázaro, Cordes y de la propia Ana María, quedándose al fin, pronta la mañana, cansado y solitario. Como todos los personajes posteriores del escritor, Eladio Linacero es un hombre de su época, opacado por la urbe y su caótico desarrollo. Un poeta en angustia. En esa medida las novelas de Onetti se adelantan a la "nueva novela latinoamericana". Acoge espacios y personajes antes no escogidos y los describe de una manera tal que será el derrotero de escritores posteriores.

Esa desazón que cae como lluvia ácida provocada por la urbe, origina otro de los grandes aciertos y anticipaciones del uruguayo, la creación de Santa María. Ésta, que antecede a Macondo, Comala y otras, demuestra el don de escapista de Onetti. Porque antes que escritor es escapista, como Ehrich Weiss, nombre ‘terrenal’ del mito de la magia Harry Houdini, que aprisionado por cadenas y cerrojos, sumergido en grandes calabozos de agua, lograba escapar y salir vivo del peligro. De tal forma Juan Carlos Onetti, encadenado por esta realidad y sumergido en una sociedad inmunda y de posguerra, escapa y crea esta ciudad imaginaria, sede de todas sus demás novelas a partir de La vida breve (1950). He allí una más de las infinitas posibilidades de la literatura (la literatura no es inútil), el escapismo a tres niveles distintos: El del personaje literario, el del escritor real y por último la de nosotros, lectores últimos.
Hace quince años que murió Juan Carlos Onetti recostado como un ser mitológico sobre una costa de sábanas, con la inquietante niebla de su cigarrillo recorriendo las oquedades de una clínica madrileña, recostado al fondo, solitario, murmurando ciertas palabras que se dilatan como estelas de meteorito. Onetti, observando todas las cosas como si fuera la primera vez que las observara. Onetti, extrañado, imaginando nuevas cosas para Santa Maria. Onetti, hablando pausado y mintiendo sobre sus cien años de vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial... Hoy mismo conseguiré un libro suyo... gracias.

limeño ficho dijo...

ese ¿texto? es la barrabasada mas idiota que jamás leí. que asco cómo se revientan cohetes entre todos estos cholos pezuñentos