Reproducimos este interesante artículo sobre los candidatos y las políticas culturales!
Nota de prensa: Las políticas culturales y la oferta electorales
Como se ha hecho costumbre en todas las elecciones, ninguno de los dos candidatos se ha pronunciado sobre las políticas culturales que implementarán en un eventual gobierno.
Por eso, muchos animadores culturales, activistas, promotores culturales, gestores culturales, gerentes de la cultura y operadores estéticos; no se han pronunciado a favor o en contra de la oferta electoral sobre las políticas culturales, pues ésta no es visible o se ha preferido no mencionar.
Pero existen algunos indicios y precedentes sobre todo para los más jóvenes, desmemoriados o aquellos que aun creen que la cultura no tiene un componente transversal y político en la sociedad. Digo político y no partidario, que es algo bastante distinto.
Los nombres de los operadores políticos nos dan señales de lo que podría ser la política cultural que se implemente de un probable ganador o del otro. Aída García Naranjo (ex alumna del Conservatorio Nacional de Música), Sinesio López (ex director de la Biblioteca Nacional), Antonio Zapata (Historiador), Delfina Paredes (Actriz); entre otros, están en Gana Perú.
Por fuerza 2011 ¿vá alguno visible? Hernando de Soto ¿es intelectual? quizás el rostro más visible sean Martha Hildebrandth, que de intelectual tiene poco, pues ella está más cerca de ser una tecnócrata de la gramática que de la intelectualidad propiamente dicha. Sino no, como se entenderia su recorrido sinuoso, oportunista y cínico.
Haber un poco de memoria; en los 90s el fujimorismo nombró directora del Instituto Nacional de Cultura a Laura Bozzo. El ente rector de las políticas públicas culturales, estaba a cargo de la reina de la televisión basura; durante este mismo periodo, Martha Hildebrandth, presidió la Comisión de Educación del Congreso de la Republica, su principal labor fué obstruir la discusión de la Ley Universitaria. Ya que las universidades estaban intervenidas y dicha intervención incluyó la modificación y exclusión de la currícula universitaria, de cualquier materia que promoviera discursos críticos a la política hegemónica, al stablisment y al modelo económico libertino, pues de liberal tuvo bien poco.
La obstrucción de la discusión de la Ley Universitaria, tuvo sus consecuencias produciendo una currícula acéfala, acientífica y acrítica, tanto en la escuela como en el nivel universitario; resultando lo que se llamó la “generación X”, una generación apolítica, aséptica, inocua, acrítica y nula en reflexión. Su último sub-producto, sería los PPKausas, agregándosele lo de desmemoriados y cínicos. Pues dicha currícula, a pesar de la recuperación democrática de los últimos 10 años, no ha sido modificada; por eso los enormes vacíos de contenidos en el sílabus universitario y el divorcio de la realidad con las materias de estudio. Y como consecuencia la tecnocrácia se ha terminado imponiendo a la cientificidad. Teniendo como resultado universidades no científicas.
Martha Hildebrandth también dirigía el Fondo Editorial del Congreso, con lineamientos ideológicos bies específicos. Por un lado se le pago a algunos intelectuales para dar sendas conferencias que luego serían publicadas, con la temática de la “modernidad”. Pero esta seria una modernidad que alababa el avance tecnológico y científico, mientras obviaba las grandes discusiones del pensamiento contemporáneo, en torno a la ética, los derechos fundamentales y las demandas sociales propias de un mundo globalizado.
La otra línea editorial tenía como protagonista a “La Inquisición”; esta línea no era inocente pues se empezó a promover en el contexto de las denuncias sobre asesinatos, torturas y desapariciones del Grupo Colina. Las coincidencias de tiempo- espacio no son casuales, pues en todas las publicaciones se respiraba un ambiente de justificación histórica y como necesaria para mantener el control social. En más de una publicación se pretendió minimizar su accionar político y justificar la intolerancia religiosa de dicha época. En subtexto o con un análisis semiológico de dichos textos, podríamos concluir que el afán principal era erradicar desde el espacio académico, cualquier ideología opuesta a las políticas represivas y que estas son “necesarias” para mantener el orden, el control social y una falaz convivencia pacífica. Estas publicaciones empezaron aparecer profusamente en el segundo quinquenio del fujimorismo. Más de una firmada por Tehodoro Hampe y Fernando Ayllón, aunque también por
Guillermo Lohmann, Pedro Guibovich y María Emma Mannarelli. ¿Por qué aparecen profusamente en paralelo a la campaña re-re-elección, lo peor de la corrupción institucionalizada, las esterilizaciones forzosas y la Amnistía del Grupo Colina?
Esto no fue momentáneo, durante esta década los Centros Culturales se esmeraban en destacarse como inócuos, asépticos y apolíticos. Era el reality de la autocensura, lo artísticamente incorrecto de ciegos, sordos y mudos. La eclosión del exitoso y la mercantilización se impuso entre los gerentes y relacionistas públicos de la cultura. Hasta ahora recuerdo a un conocido “gestor cultural” del espacio dancístico limeño, defendiendo la idea, que los espectáculos prioritarios en cartelera debían ser aquellos que jalen más publico; sí, así como escribo. No aquellos que tengan o renueven los lenguajes estéticos, no aquellos que planten problemas fundamentales sobre la condición humana, no aquellos que critiquen o cuestionen el modelo hegemónico o la intolerancia, no aquellos que cuestionen la hipocresía social, la autocensura, y las estéticas hegemónicas, no aquellos que visibilicen las contradicciones políticas; ¡No, esos no! Que se escojan aquellos que jalen mas gente, si el publico quiere cultura, pues démos basura disfrazada de cultura. Así, podría resumirse, el pensamiento de este validado y bien posicionado hasta ahora gestor cultural.
Los 90s también fue el boom de la performance como forma pero sin el fondo crítico, cuestionador, desestabilizante, controversial y sin la connotación política de su origen en los años 60s. La mayoría optó por el discurso acrítico, la técnica y el temor disfrazado de apolítico. Fue la década de la autocensura, la represión internalizada y las estéticas escénicas y visuales efectistas. La mercantilización llego a tal (y aun no ha cambiado) que la performance se confundió con la publicidad, la animación de presentación de productos y por la plata baila el mono. Algunos, que aún quedan, pasaron de monos a mercachifles..
Algunas performances y performers lograron escapar de la represión discursiva, optándose por una forma de escapismo al modelo estético tradicional y hegemónico. Prefiriendo esconder en la forma sus preocupaciones individuales y existenciales, frente a la precariedad de la existencia artística que se torno agresiva. Los espacios se cerraban a determinadas propuestas estéticas, los cuadros se descolgaban de las galerías cuando eran incómodos o algunas páginas de libros desaparecían cuando eran opuestos al régimen.
Otros lograron imponerse con dificultad acompañados de un esfuerzo mediático y colectivo. “Lava la Bandera”, o aquella performance plástica de la “Caja de Leche Gloria” en alusión al Caso La Cantuta, pero fueron escasos. Es la década en que el Movimiento Teatral Independiente-MOTIN, logra reconocer alrededor de 1,000 artistas populares asesinados y desaparecidos por la represión política y el asesinato selectivo. Es la década que los operadores estéticos tuvieron que mendigar por nuevos espacios de representación; los espacios públicos, calles y plazas estaban prohibidos e invalidados como soporte estético; es la década de la televisión basura, el ampay, los psicosociales y lo ideológicamente incorrecto. Ahora me pregunto y te pregunto ¿qué política cultural se oferta en esta elecciones?
Por eso, muchos animadores culturales, activistas, promotores culturales, gestores culturales, gerentes de la cultura y operadores estéticos; no se han pronunciado a favor o en contra de la oferta electoral sobre las políticas culturales, pues ésta no es visible o se ha preferido no mencionar.
Pero existen algunos indicios y precedentes sobre todo para los más jóvenes, desmemoriados o aquellos que aun creen que la cultura no tiene un componente transversal y político en la sociedad. Digo político y no partidario, que es algo bastante distinto.
Los nombres de los operadores políticos nos dan señales de lo que podría ser la política cultural que se implemente de un probable ganador o del otro. Aída García Naranjo (ex alumna del Conservatorio Nacional de Música), Sinesio López (ex director de la Biblioteca Nacional), Antonio Zapata (Historiador), Delfina Paredes (Actriz); entre otros, están en Gana Perú.
Por fuerza 2011 ¿vá alguno visible? Hernando de Soto ¿es intelectual? quizás el rostro más visible sean Martha Hildebrandth, que de intelectual tiene poco, pues ella está más cerca de ser una tecnócrata de la gramática que de la intelectualidad propiamente dicha. Sino no, como se entenderia su recorrido sinuoso, oportunista y cínico.
Haber un poco de memoria; en los 90s el fujimorismo nombró directora del Instituto Nacional de Cultura a Laura Bozzo. El ente rector de las políticas públicas culturales, estaba a cargo de la reina de la televisión basura; durante este mismo periodo, Martha Hildebrandth, presidió la Comisión de Educación del Congreso de la Republica, su principal labor fué obstruir la discusión de la Ley Universitaria. Ya que las universidades estaban intervenidas y dicha intervención incluyó la modificación y exclusión de la currícula universitaria, de cualquier materia que promoviera discursos críticos a la política hegemónica, al stablisment y al modelo económico libertino, pues de liberal tuvo bien poco.
La obstrucción de la discusión de la Ley Universitaria, tuvo sus consecuencias produciendo una currícula acéfala, acientífica y acrítica, tanto en la escuela como en el nivel universitario; resultando lo que se llamó la “generación X”, una generación apolítica, aséptica, inocua, acrítica y nula en reflexión. Su último sub-producto, sería los PPKausas, agregándosele lo de desmemoriados y cínicos. Pues dicha currícula, a pesar de la recuperación democrática de los últimos 10 años, no ha sido modificada; por eso los enormes vacíos de contenidos en el sílabus universitario y el divorcio de la realidad con las materias de estudio. Y como consecuencia la tecnocrácia se ha terminado imponiendo a la cientificidad. Teniendo como resultado universidades no científicas.
Martha Hildebrandth también dirigía el Fondo Editorial del Congreso, con lineamientos ideológicos bies específicos. Por un lado se le pago a algunos intelectuales para dar sendas conferencias que luego serían publicadas, con la temática de la “modernidad”. Pero esta seria una modernidad que alababa el avance tecnológico y científico, mientras obviaba las grandes discusiones del pensamiento contemporáneo, en torno a la ética, los derechos fundamentales y las demandas sociales propias de un mundo globalizado.
La otra línea editorial tenía como protagonista a “La Inquisición”; esta línea no era inocente pues se empezó a promover en el contexto de las denuncias sobre asesinatos, torturas y desapariciones del Grupo Colina. Las coincidencias de tiempo- espacio no son casuales, pues en todas las publicaciones se respiraba un ambiente de justificación histórica y como necesaria para mantener el control social. En más de una publicación se pretendió minimizar su accionar político y justificar la intolerancia religiosa de dicha época. En subtexto o con un análisis semiológico de dichos textos, podríamos concluir que el afán principal era erradicar desde el espacio académico, cualquier ideología opuesta a las políticas represivas y que estas son “necesarias” para mantener el orden, el control social y una falaz convivencia pacífica. Estas publicaciones empezaron aparecer profusamente en el segundo quinquenio del fujimorismo. Más de una firmada por Tehodoro Hampe y Fernando Ayllón, aunque también por
Guillermo Lohmann, Pedro Guibovich y María Emma Mannarelli. ¿Por qué aparecen profusamente en paralelo a la campaña re-re-elección, lo peor de la corrupción institucionalizada, las esterilizaciones forzosas y la Amnistía del Grupo Colina?
Esto no fue momentáneo, durante esta década los Centros Culturales se esmeraban en destacarse como inócuos, asépticos y apolíticos. Era el reality de la autocensura, lo artísticamente incorrecto de ciegos, sordos y mudos. La eclosión del exitoso y la mercantilización se impuso entre los gerentes y relacionistas públicos de la cultura. Hasta ahora recuerdo a un conocido “gestor cultural” del espacio dancístico limeño, defendiendo la idea, que los espectáculos prioritarios en cartelera debían ser aquellos que jalen más publico; sí, así como escribo. No aquellos que tengan o renueven los lenguajes estéticos, no aquellos que planten problemas fundamentales sobre la condición humana, no aquellos que critiquen o cuestionen el modelo hegemónico o la intolerancia, no aquellos que cuestionen la hipocresía social, la autocensura, y las estéticas hegemónicas, no aquellos que visibilicen las contradicciones políticas; ¡No, esos no! Que se escojan aquellos que jalen mas gente, si el publico quiere cultura, pues démos basura disfrazada de cultura. Así, podría resumirse, el pensamiento de este validado y bien posicionado hasta ahora gestor cultural.
Los 90s también fue el boom de la performance como forma pero sin el fondo crítico, cuestionador, desestabilizante, controversial y sin la connotación política de su origen en los años 60s. La mayoría optó por el discurso acrítico, la técnica y el temor disfrazado de apolítico. Fue la década de la autocensura, la represión internalizada y las estéticas escénicas y visuales efectistas. La mercantilización llego a tal (y aun no ha cambiado) que la performance se confundió con la publicidad, la animación de presentación de productos y por la plata baila el mono. Algunos, que aún quedan, pasaron de monos a mercachifles..
Algunas performances y performers lograron escapar de la represión discursiva, optándose por una forma de escapismo al modelo estético tradicional y hegemónico. Prefiriendo esconder en la forma sus preocupaciones individuales y existenciales, frente a la precariedad de la existencia artística que se torno agresiva. Los espacios se cerraban a determinadas propuestas estéticas, los cuadros se descolgaban de las galerías cuando eran incómodos o algunas páginas de libros desaparecían cuando eran opuestos al régimen.
Otros lograron imponerse con dificultad acompañados de un esfuerzo mediático y colectivo. “Lava la Bandera”, o aquella performance plástica de la “Caja de Leche Gloria” en alusión al Caso La Cantuta, pero fueron escasos. Es la década en que el Movimiento Teatral Independiente-MOTIN, logra reconocer alrededor de 1,000 artistas populares asesinados y desaparecidos por la represión política y el asesinato selectivo. Es la década que los operadores estéticos tuvieron que mendigar por nuevos espacios de representación; los espacios públicos, calles y plazas estaban prohibidos e invalidados como soporte estético; es la década de la televisión basura, el ampay, los psicosociales y lo ideológicamente incorrecto. Ahora me pregunto y te pregunto ¿qué política cultural se oferta en esta elecciones?
Jesús Alegría Argomedo
YANAVICO CASA TALLER
www.yanavico.org
Blog: http://jesus-alegria-argomedo.blogspot.com
http://movimientolaredsd.ning.com/profile/yanavico
0 comentarios:
Publicar un comentario