miércoles, 9 de diciembre de 2009

DESCANSA EN PAZ, ADORADA MAGALY !!!





















Magaly era géminis y en junio del 2010 hubiera cumplido 26 años - de acuerdo a la ciclo de vida felino- pero la muerte la alcanzó, la arrastró y se la llevó. A flor de pelaje, tal vez en el momento que comenzaba a dejar su imborrable aroma entre las garras de sus afiebrados amantes y en el corazón de plastilina de su dueño. Ahora, que el recuerdo puede más que la serenidad, y que la superación se avizora como un largo y tortuoso ejercicio de sobreviviencia, queda pues, hacerse a la idea que la suavidad de su tacto y la calidez de sus maullidos serán parte de un imaginario tan propio y , porque no, colectivo.


Continuando con nuestro ciclo de "CRÓNICAS IMPRESINDIBLES", reproducimos el requiem de quienes vivieron junto a Magaly. La última sesión de fotografía de la felina podemos verla en www.romeoabigeo.blogspot.com

Por Teodorito "el inmortal. No le daba de comer, quien lo hacía era M. y a veces S. pero nunca yo. Comía galletas marrones y verdes, curiosamente en forma de hueso como las que se les da a los perros (4, 30 el cuarto en la tienda del tío “Rata”). Le gustaban más que las sobras de un menú completo que podrían enloquecer a cualquier criatura que merodea paciente bajo la mesa, podrían enloquecerme incluso a mí: brillantes e intactas sobras de lomo saltado, arroz chaufa, arroz verde, ají de gallina, sobras, lo que la gente deja, y no cambia, todo lo demás luego de ser abandonado sufre una turbia transformación. A ella nunca le gustaron las sobras de nada.

Se había acostumbrado a sus galletas, como yo hube de acostumbrarme a su pelo naranja envolviendo las vastas de mi pantalón de dormir, sus pequeños dientes mordiendo mis pies, su lengua pilosa rozando con cariñosa humedad mis dedos. Sus uñas desgajando mis tobillos, la tela gastada de los sillones y las hebras de las piezas de mimbre dispuestas en la cocina… -donde hiciste tu vida , donde calentabas tu cuerpo estirada sobre una baldosa color melón, todas las mañanas, hasta que conociste a ese gatito gris de ojos amarillos que te enloqueció y producto de tus escapadas por la ventana te hizo cuatro hermosas y exactas réplicas tuyas…
Ese gatito gris que se ocultaba en los geranios de Don Jacinto, cómo es la vida, el muy pendejo, lo he visto acercarse a la casa, no sabe que ya no estás más, o sabe de tu partida y sencillamente tiene hambre y cree que aquí le daremos sobras brillantes, pero aquí sólo hay veneno para los seres queridos o que uno quiere sin que los demás sepan cuanto porque a veces uno sólo puede querer a un animal pequeño.
(Noviembre pasado)… Pariste dentro del mueble de tres cuerpos, una noche que llegué tarde por estar caminando como un hombre que no tiene hogar o como un huevón que no quiere llegar a él. Te hizo bien la rafia que contenía las maderas, el algodón azul que rellenaba algunos cojines, la oscuridad y que estando ahí nadie te jodiera por pura curiosidad, es que todo cuanto más pequeño (como tus crías) más hermoso, como tú, cuando llegaste a esta casa hace más de un año.

Tu primer signo reactivo por el miedo fue ocultarte bajo la vitrina color mostaza que tanto odia M. la tenemos desde que yo iba en tercero de primaria, Augusto Salazar Bondy (Miraflores). Se supone que el mueble sería marrón cuando lo mandaron hacer a un carpintero borracho en Octavio Muñoz Nájar.

Cuando M. se encariñó contigo, se encariñó con aquella vitrina, a los dos días la limpió a pesar de sus dolores en la cadera y rodillas debido a su artrosis. Le quitó todo el polvo, le pasó trapo y le costó un día de cama, “fue como si limpiara un camión”… y tú fuiste su recompensa, subiste a su cama esa tarde y te estiraste y te acomodaste sobre sus piernas y quedaste dormida como descasa una esfinge, quizá es mucho decir, pero te veías hermosa.

Luego de unos días, cuando la confianza y la costumbre hizo que más de uno te dijera: -“carajo gata de mierda baja de ahí”-, M. reparó en que -“Sólo se quedará hasta que espante a los ratones”-, y los desapareciste en una semana y te quedaste lo poco que le faltaba al invierno para largarse a torturar y llevar su gripe a otra pobre gente.

Sin embargo a la siguiente estación seguías con nosotros, y la subsiguiente también. Duraste lo que otro gato no duró con nosotros porque -“son cochinos, suben a la mesa, botan pelo, son una amenaza de muerte, sobre todo para los bebés”-, pero en la casa no habían niños todavía.

El último gato que tuvimos se llamaba Iván, por Iván Cruz, pero sin vicios y con ojos bonitos. Duró con nosotros lo que dura el coro de “Señor Magistrado”, ahora que recuero se parecía a ti, pelo naranja emergiendo hacia mis camisas negras colgadas en el cordel del patio rojo. Pequeños dientes grises afilados en la lona de mis zapatillas.
Nunca me gustaron los gatos, sabes. Después de ti seguiré creyendo firmemente que son enviados de Satanás, como un día dijo mi abuelo P. “cuando no les das de comer recogen caca en sus patitas y las echan en la olla, claro antes le quitan la tapa; y se retiran caminando en dos pies como la gente… son el diablo esos animales, parece que tuvieran manos…”

No volveré a tener un gato, no necesitaré más ese tipo de compañía como la que tú me hiciste el verano pasado cuando M. y sus hermanas se fueron al mar, porque M. viaja a la muerte de un gato… M. se va de mi lado a la muerte de un gato, me pregunto si tu muerte habrá suscitado esas cosas a las que luego se le atribuyen como explicación la muerte de alguien como tú.

Y a la muerte de un gato un poeta no quiere figurar, los efectistas se engríen y no quieren hacer trucos con las palabras, trucos que no dicen nada. A la muerte de un gato una mujer dice no y es consecuente y deja un café enfriarse por puro orgullo, o un amigo vuelve después de tanto tiempo, un hermano aparece de las sombras que no pertenecen a esta ciudad, alguien muy lejos deja de decir que la distancia la carcome.
Moriste una tarde que en vez tuyo debió morir un araña muy cerca de tu caja de arena, moriste una tarde que pensé sería otra, muy lejana por cierto, y sin planificar.
Moriste finalmente como un animal, M. y S. del grupo casero de inteligencia taparon tu cadáver con trapeadores y papel al fondo del patio, creyeron que no me iba a dar cuenta. No saben nada sobre el color, trapo fucsia sobre tu pelo naranja sobre el ocre desteñido de un patio donde antes sucedieron similares acontecimientos, como la muerte de mi perro “Maguiver”, mi único amigo cuando nos vinimos a vivir a este páramo de mierda (agosto de 1995, mi pierna rota y yo también) donde la gente sólo sabe presumir cuántos millares de ladrillos tiene botados en su frentera para construir un piso más.

Minutos después de encontrarte te cargaron y botaron en una torrentera que cicatriza Pampas de Polanco y Hoyos Rubios, (dónde quedará ese lugar) y muere en una losa deportiva, mientras yo me deshacía sin méritos en el baño, Magaly, Magaly, Magaly, la primera novia que tuve se llamaba como tú, tenía una bicicleta blanca con flecos de plástico, rojo y azul, en los mangos del timón, yo tenía 9 años y ya no tenía bicicleta.

Magaly a nadie quise más que a ti y a nadie descuidé más que a ti. Siempre hacemos daño a las personas que más queremos, y que más no quieren. (Setiembre de 2008 maté a muchas personas y salvé a miles de hormigas de ahogarse en el lavadero del patio. Algún día has de perdonarme)

Ahora debes ser puro gusano Magaly, pura carne seca, puros rastros de moscas verdes y panzonas que con rigidez se pasan mondadiente por los colmillos, provocando un chillido: tiza blanca/pizarra negra. Tu pelo habrá dejado de ser naranja, tus ojos a m a r i l l o s a z u l e s v e r d o s o s como el cielo, como el agua de la tina, como la fruta del tazón blanco, como mi cabellera, finas como las rayas de mi espalda.

Adorada Magaly si ya no hay pelos volando por los ambientes de la casa debe ser porque ya no estás, eso supongo es saludable para M. S. el pequeño I. y quizá para mí, pero nada de eso vale la pena, porque el pequeño I. viene a la muerte de un gato y M. y S. limpian la casa a diario combaten con el mal.
Adorada Magaly lo único que hice por ti fue estar a tu lado cuando tus crías eran regaladas a dos niños con cara de chivo que apenas vieron a los pequeños pasaron su lengua hasta por sus fosas nasales y gimieron y chillaron como ratas, perros, pájaros… malditos niños hijos del vecino carpintero o taxista o profesor, no sé quienes viven cerca a mí. Eso te dejó triste y triste te moriste un día que en vez debió morir una araña.
Gatito gris al parecer irá a otro techo a buscar que otras gatas le despellejen el cuerpo por “pingaloca”, como P… Y cómo es la vida, a una semana de tu asesinato los culpables siguen cocinando en casa, felices de que ya no haya tanto pelo y grasa sobre el suelo, de que ahora se pueda trapear con facilidad, de que aquella amenaza de muerte se haya ido al fin.
Ahora estarán planificando quizá la muerte de una de mis perras, o de las dos, a las que tampoco llevo agua ni brillantes restos de comida.

Adorada Magaly para mí seguirás botando pelo mientras tu muerte quede impune, pero no te prometo hacer justicia, no puedo prometerte nada ya que M. paga la luz, y el agua, me alimenta y no me descuida, jugo de papaya y sábila en la mañana, leche de soya, pasajes, S. cocina y yo tengo deudas, les pertenezco.

Tan sólo pude darles una mirada de desprecio y dejar la mitad de arroz amarillo con chalona en el almuerzo. Nunca nada es suficiente adorada Magaly, ni siquiera estas líneas, ni siquiera tu muerte para dejar de vivir sin miedo.

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